Tejer es una actividad útil, sin duda, y también económica,
pero fundamentalmente es también una actividad cosmológica.

_Donna Haraway, Seguir con el problema




Cerca de una orilla del Río Amazonas reposa un poblado. Es un árbol lleno de nidos colgantes que parecen las lágrimas que caerán de regreso al río. Un pájaro se columpia mientras sostiene con su pico los pastos recién recolectados para tejer su casa. Los pájaros mochileros son tejedores hábiles: su técnica protege sus huevos de depredadores. Pero el nido vino antes de la mochila que le dio a esta ave su nombre humano. Por su ingenio, los pueblos que los conviven imitaron su estructura para hacer bolsos que son de difícil acceso para el robo. ¿Será que un pájaro nos enseñó a tejer?

El biomimetismo ha permitido que los seres vivos aprendamos de los métodos de creación y resolución de problemas a través de observar a otras especies. El tejido es una práctica realizada por pájaros, arañas, jabalíes, hongos, avispas y hormigas, entre muchos otros tejedores no humanos. El proyecto “Un tejido es una lágrima que riega el paraje” plantea la creación de una serie de obras textiles inspiradas en las técnicas de recolección en el mundo animal. Los textiles están construidos con fibras vegetales recolectadas por mí en distintas zonas de México.







Compartir la vida no es enseñar, es aprender del otro. Y se aprende trabajando, actuando, no solamente leyendo o viendo videos. Y eso no se aprende en un salón de clases, se aprende en cualquier lugar donde, con el otro o los otros, se decide emprender algo en beneficio del grupo.
_ Los huecos del agua.





ENTRADA_DE_BITÁCORA_DE_RECOLECCIÓN

Cuando una se adentra en un territorio desconocido debe procurar el paso certero, la pisada constante, la mirada alta. No se recomienda la duda ni la pausa. Placplacplacplacplacplac, el paso alineado a la respiración. Yo entro a este territorio curiosa. Procuro mantener un paso constante pero lento porque fácilmente se me puede escapar lo que busco: la hoja ancha, el tallo grueso y hueco.

Busco una planta idónea para el tejido. El proceso es diferente a la caza pues mi presa es estática, aunque fácilmente se camufla entre otras matas menos seductoras. Lo que la esconde es mi propio movimiento, la prisa con la que recorro el terreno. Por eso procuro la caminata pausada, para que mis propias urgencias no me priven de mi fibra. A veces esto es difícil. Cuando camino por la ciudad con la navaja en el bolsillo siento la mirada caer en mi vandalismo vegetal. “Daño a la nación” diría la ley. ¿La nación de quién? Si las plantas no les dejan nombrarse a sí mismas. Dice la ley “Las orillas de los cuerpos de agua son propiedad federal”. ¿Por qué el agua no tiene derechos sobre su cuerpo? Será que el agua es mujer.

Agua, yo llego a tu orilla con las palmas abiertas. En mí no hay secretos ni deseo de despojo. Me paro en tu orilla en la laguna de San Gregorio Atlapulco y primero pido permiso. No a la nación, primero al ejido. No a la nación, primero a quien cuida tu orilla. ¿Me das permiso, agua? Si me dejas, tomaré del tule que crece en la orilla de tu cuerpo. Procuro tomarlo con ternura y respeto. He visto crecer este tule en las estaciones. Cada vez que vengo, reconozco las cicatrices de mis recolecciones pasadas. Tú las viste curar. Viste al tule cauterizar mi daño. Yo doy las gracias. Entré el tule a mi casa, lo sequé y lo rehumecté para trabajarlo con mis manos. Él me susurró la forma de tu cuerpo, pues recuerda su casa. Con este tule trazo tu retrato.








 




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El sur es un cuenco que bordea al mundo.